1Sigan mi ejemplo como yo sigo el de Cristo.IV.— PROBLEMAS EN LAS REUNIONES LITÚRGICAS (11,2—14,40)El velo de las mujeres
2Los felicito, porque no hay cosa en la que no me tengan presente y porque conservan las tradiciones tal como se las transmití.
3Pero quiero que sepan que Cristo es cabeza de todo varón, como el varón lo es de la mujer y Dios lo es de Cristo..
5Igualmente, toda mujer que ora o comunica mensajes divinos con la cabeza descubierta, deshonra al marido, que es su cabeza; es como si se la hubiera rapado.
6Si, pues, no quiere llevar velo, que se corte el pelo a rape. Y si considera vergonzoso para una mujer cortarse el pelo o llevar rapada la cabeza, que use velo.
7El varón no debe cubrirse la cabeza, por cuanto es imagen y reflejo de la gloria de Dios; pero la mujer refleja la gloria del varón.;
11aunque entre cristianos tanto el varón como la mujer deben reconocer su mutua dependencia.
12Porque si bien es cierto que la mujer procede del varón, también lo es que el varón viene al mundo por medio de la mujer; y, en última instancia, todo procede de Dios.
13Al propio criterio de ustedes apelo: ¿es decoroso que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?
14¿No enseña la misma naturaleza que el cabello largo es para el varón una deshonra,
15mientras que para la mujer es motivo de honra? En efecto, la cabellera le ha sido dada a la mujer para que le sirva de velo.
16En cualquier caso, si alguno quiere seguir discutiendo sobre esto, sepa que no tenemos tal costumbre, ni la tienen las demás iglesias cristianas.
La celebración de la Cena del Señor17A propósito de estas recomendaciones, tampoco es como para felicitarlos el hecho de que las asambleas que ustedes celebran les ocasionen más perjuicio que provecho.
18Para empezar, ha llegado a mis oídos que, cuando se reunen en asamblea, los bandos están a la orden del día. Cosa, por cierto, nada increíble,
23Por lo que a mí toca, les he transmitido una tradición que yo recibí del Señor; a saber: que Jesús, el Señor, la noche misma en que iba a ser entregado, tomó pan, se trata, come y bebe su propio castigo.
30Ahí tienen la causa de no pocos de sus achaques y enfermedades, e incluso de bastantes muertes.
31¡Ah, si nos hiciésemos la debida autocrítica! Entonces escaparíamos del castigo.
32De cualquier modo, si el Señor nos castiga, es para corregirnos y para que no seamos condenados junto con el mundo.
33Por tanto, hermanos míos, al reunirse para comer la cena del Señor, espérense unos a otros.
34Si alguien tiene hambre, que coma en su casa, para que las reuniones no sean objeto de censura. Los demás problemas los solucionaré cuando vaya.
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