1El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana temprano a contratar jornaleros para su viña., y los envió a la viña., volvió a la plaza y encontró otro grupo de desocupados. Les preguntó: “¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada?”.
7Le contestaron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues vayan también ustedes a la viña”.
8Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: “Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros”.?”.
16Así, los que ahora son últimos serán los primeros, y los que ahora son primeros serán los últimos.Jesús anuncia por tercera vez su muerte y su resurrección(Mc 10,32-34; Lc 18,31-34)
17Cuando Jesús iba de camino subiendo hacia Jerusalén, llamó aparte a los doce discípulos y les dijo:
18— Ya ven que estamos subiendo a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley que lo condenarán a muerte;
22Jesús respondió:
— No saben lo que están pidiendo. ¿Pueden beber ustedes la misma copa de amargura que yo estoy a punto de beber?
Ellos le contestaron:
— ¡Sí, podemos beberla!
23Jesús les dijo:
— Pues bien, beberán mi copa de amargura; pero el que se sienten el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; eso es para quienes mi Padre lo ha reservado.
24Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se sintieron muy molestos con los dos hermanos.
25Pero Jesús los reunió y les dijo:
— Como muy bien saben ustedes, los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las rigen despóticamente.
26Pero entre ustedes no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás; de todos.Curación de dos ciegos(Mc 10,46-52, Lc 18,35-43)
29Cuando salían de Jericó, una multitud acompañaba a Jesús.
30En esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba por allí, se pusieron a gritar:
— ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
31La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban cada vez más:
— ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
32Entonces Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó:
— ¿Qué quieren que haga por ustedes?
33Los ciegos le contestaron:
— Señor, que podamos ver.
34Jesús, conmovido, les tocó los ojos, y al punto los ciegos recobraron la vista y se fueron tras él.
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