1Apenas David había cruzado la cima, cuando le salió al encuentro Sibá, el criado de Mefibóset, con un par de burros aparejados y cargados con doscientos panes, cien racimos de pasas, cien higos y un pellejo de vino., hijo de Guerá. Salía insultando contra la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado, y ha entregado el reino en poder de tu hijo Absalón. ¡Ahora te sobreviene la desgracia por ser un asesino!
9Abisay, el hijo de Seruyá, dijo al rey:
— ¿Por qué ese perro muerto ha de insultar a mi señor el rey? Déjame que vaya y le corte la cabeza.
10Pero el rey le contestó:
— ¡Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruyá! Si me maldice porque Dios le ha ordenado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?
11Luego David siguió diciendo a Abisay y a todos sus servidores:
— Si mi propio hijo, salido de mis entrañas, atenta contra mi vida, ¿qué no podrá hacer un benjaminita? ¡Déjenlo que maldiga, pues el Señor se lo ha mandado!
12Tal vez el Señor tenga en cuenta mi aflicción y recompense con bendiciones estas maldiciones de hoy.
13David y sus hombres siguieron su camino, mientras que Simeí los seguía por la ladera del monte, maldiciendo, tirando piedras y levantando polvo.
14David y toda la gente que lo acompañaba llegaron agotados al Jordán y descansaron allí.
Absalón en Jerusalén15Absalón entró en Jerusalén con todo el grupo de israelitas. También lo acompañaba Ajitófel. tanto el Señor como este pueblo y todos los israelitas.
19Además, ¿a quién voy a servir yo, sino a su hijo? De la misma manera que serví a tu padre, te serviré a ti.
20Entonces Absalón dijo a Ajitófel:
— Aconséjenme qué debemos hacer.
21Ajitófel dijo a Absalón:
— Acuéstate con las concubinas que tu padre dejó al cuidado del palacio. Así se enterará todo Israel de que te has enfrentado a tu padre y reforzarás los ánimos de todos tus partidarios.
22Inmediatamente le pusieron a Absalón una tienda en la terraza y él se acostó con las concubinas de su padre a la vista de todo Israel.
23Los consejos que daba Ajitófel en aquella época se valoraban como oráculos divinos. Y eso valía para todos los consejos que dio, tanto a David como a Absalón.
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