1Iba Jesús de camino cuando vio a un hombre ciego de nacimiento.
2Sus discípulos le preguntaron:
— Maestro, ¿quién tiene la culpa de que haya nacido ciego este hombre? ¿Sus pecados o los de sus padres?
3Jesús respondió:
— Ni sus propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa; nació así para que el poder de Dios resplandezca en él.
6Dicho esto, escupió en el suelo, hizo un poco de lodo y lo extendió sobre los ojos del ciego. (palabra que significa “enviado”).
El ciego fue, se lavó y, cuando regresó, ya veía. si es pecador?
Esto provocó la división entre ellos.
18Los judíos se resistían a admitir que aquel hombre hubiera estado ciego y hubiese comenzado a ver. Así que llamaron a sus padres
19y les preguntaron:
— ¿Es este su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo se explica que ahora vea?
20Los padres respondieron:
— Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego.
21Cómo es que ahora ve, no lo sabemos; tampoco sabemos quién le ha dado la vista. Pregúntenselo a él; tiene edad suficiente para responder por sí mismo.
22Los padres contestaron así por miedo a los judíos, pues estos habían tomado la decisión de expulsar de la sinagoga a todos los que reconocieran que Jesús era el Mesías..
25A lo que respondió el interpelado:
— Yo no sé si es pecador. Lo único que sé es que yo antes estaba ciego y ahora veo.
26Volvieron a preguntarle:
— ¿Qué fue lo que hizo contigo? ¿Cómo te dio la vista?
27Él les contestó:
— Ya se lo he dicho a ustedes y no me han hecho caso; ¿para qué quieren oírlo otra vez? ¿O es que quieren también ustedes hacerse discípulos suyos?
28Los fariseos reaccionaron con insultos y le replicaron:
— Discípulo de ese hombre lo serás tú; nosotros lo somos de Moisés.
29Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; en cuanto a este, ni siquiera sabemos de dónde es.
30Él contestó:
— ¡Eso es lo verdaderamente sorprendente! Resulta que a mí me ha dado la vista, y ustedes ni siquiera saben de dónde es.
31Todo el mundo sabe que Dios no escucha a los pecadores; en cambio, escucha a todo aquel que lo honra y cumple su voluntad.Ceguera espiritual de los judíos
35Llegó a oídos de Jesús la noticia de que lo habían expulsado de la sinagoga, y, haciéndose el encontradizo con él, le preguntó:
— ¿Crees en el Hijo del hombre?
Respondió el interpelado:
36— Dime quién es, Señor, para que crea en él.
37Jesús le dijo:
— Lo estás viendo; es el mismo que habla contigo.
38El hombre dijo:
— Creo, Señor.
Y se postró ante él.
39Entonces exclamó Jesús:
— Yo he venido a este mundo para hacer justicia: para dar vista a los ciegos y para privar de ella a los que se hacen la ilusión de ver.
40Al oír esto, algunos fariseos que estaban a su lado le preguntaron:
— ¿Quieres decir que también nosotros estamos ciegos?
41Jesús respondió:
— Si aceptaran ser ciegos, no habría pecado en ustedes; pero como ustedes presumen de ver, su pecado es patente.
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