1Cuando Judit terminó de invocar con estas palabras al Dios de Israel,
2se levantó del suelo, llamó a su criada y descendió a la casa en la que solía pasar los sábados y los días de fiesta. el sayal que llevaba puesto y las vestiduras de su viudez, se bañó de pies a cabeza, se ungió con perfume y se peinó el cabello. Después se ciñó una diadema en la cabeza y se vistió la ropa de fiesta con que se engalanaba en vida de Manasés, su esposo.
6Se dirigieron entonces a la puerta de Betulia, donde encontraron a Ozías y a los dos ancianos de la ciudad, los llamados Jabrís y Jarmís.
7Al ver a Judit con el semblante transformado y cambiados los vestidos, quedaron todos maravillados de su extraordinaria hermosura y le dijeron:
8— ¡Que el Dios de nuestros antepasados te favorezca y te ayude a llevar a buen término tus planes, para orgullo de los israelitas y exaltación de Jerusalén!
9Ella se inclinó para adorar a Dios y les respondió:
— Ordenen que me abran las puertas de la ciudad, para que yo salga a cumplir lo que me han encomendado.
Ordenaron, pues, a los jóvenes que le franquearan las puertas, como ella había pedido.
10Ellos lo hicieron así, y Judit salió en compañía de su criada. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada mientras bajaba de la montaña y atravesaba el valle; después la perdieron de vista.
11Mientras ellas caminaban en línea recta por el valle, les salió al encuentro una avanzadilla asiria.
12Detuvieron a Judit y le preguntaron:
— ¿De dónde eres? ¿De dónde vienes y adónde vas?
Ella contestó:
— Yo soy hebrea, pero huyo de mi pueblo porque está a punto de caer en poder de ustedes.
13He venido para presentarme a Holofernes, el jefe supremo de su ejército: quiero darle informes fidedignos y mostrarle un camino para que penetre en la región montañosa y se adueñe de ella sin perder ni uno solo de sus hombres.
14Al oír estas palabras y contemplar maravillados la belleza de su rostro, le dijeron:
15— Has salvado tu vida apresurándote a bajar acá para presentarte a nuestro señor. Dirígete ahora a su tienda de campaña; algunos de nosotros te daremos escolta hasta que estés ante él.
16Cuando estés en su presencia, no te asustes, sino dale la información de todo lo que has dicho. Él te tratará bien.
17Entonces escogieron a cien hombres para que acompañaran a Judit y a su criada hasta la tienda de Holofernes.
18Sucedió que la noticia de su llegada corrió por todo el campamento, dando lugar a una gran agitación. Los soldados se le acercaban y la rodeaban, mientras ella permanecía fuera de la tienda de Holofernes en espera de ser anunciada.
19Maravillados de su hermosura, pensaban los soldados que también los israelitas serían dignos de admiración, y se decían unos a otros:
— ¿Quién puede menospreciar a un pueblo que cuenta con mujeres como esta? … ¡No nos conviene dejar con vida ni a uno solo de sus hombres, pues los que queden son capaces de engañar a toda la tierra!
20La guardia personal de Holofernes salió junto con todos sus oficiales, e introdujeron a Judit en la tienda.
21Holofernes estaba descansando en su lecho, bajo un dosel de púrpura bordado en oro y adornado con esmeraldas y piedras preciosas;
22pero al anunciarle que ella estaba allí, salió hasta la entrada de la tienda, precedido de lámparas de plata.
23Cuando Judit se presentó ante él y sus oficiales, todos se llenaron de admiración contemplando la belleza de su rostro. Ella se inclinó hasta el suelo, pero al punto la levantaron los servidores de Holofernes.
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