5Haz el bien al humilde y ciérrate al impío;
niégale cualquier ayuda y no le des ni pan,
no sea que valiéndose de ello te domine
y sólo consigas que te devuelva doble mal
por todos los favores que tú le hiciste.
6Pues el Altísimo aborrece a los pecadores
y tomará venganza de los impíos.
7Ayuda, pues, al que es bueno, pero no al pecador.
Amigos y enemigos8Al amigo no se le descubre en la prosperidad
ni en la adversidad permanecerá oculto el enemigo.
9Cuando uno prospera, sus enemigos se entristecen;
pero cuando las cosas le van mal, hasta el amigo se aleja.
10No te fíes jamás de tu enemigo,
su maldad es como herrumbre destructiva.
11Aunque se humille y se porte con sencillez,
estate atento a sus ardides y no te fíes de él;
trátalo como quien limpia un espejo
para comprobar que no está oxidado sin remedio.
12No dejes que se te acerque tu enemigo,
no sea que te desplace y ocupe tu puesto.
No le des un puesto de honor a tu lado,
no sea que intente ocupar tu propio asiento,
y al final tengas que admitir mis advertencias
y recordar con pesadumbre mis consejos.
13¿Quién siente lástima del encantador
que es mordido por un una serpiente,
o de los que se acercan incautos a las fieras?
14Pues lo mismo el que se asocia a un pecador
y se deja enredar en sus pecados.
15Por un tiempo permanecerá a tu lado,
pero si caes en desgracia, no perseverará.
16Palabras dulces tiene el enemigo,
pero en su interior planea lanzarte a la fosa;
finge lamentarse el enemigo,
pero si encuentra ocasión, no se hartará de sangre.
17¿Te sobreviene una desgracia? Allí está él
y, fingiendo que te ayuda, te zancadillea;
18menea la cabeza, aplaude entusiasmado,
murmura sin parar, cambia de semblante.
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