1Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante veintisiete años. Su madre se llamaba Abías y era hija de Zacarías.
2Actuó correctamente ante el Señor como había hecho su antepasado David.
3El primer mes del año primero de su reinado abrió las puertas del Templo del Señor y las reparó.
4Luego convocó a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental
5y les dijo:
— Levitas, escúchenme: Purifíquense ahora, purifiquen el Templo del Señor, Dios de sus antepasados, y saquen del santuario la impureza.
6Pues nuestros antepasados se han rebelado y han ofendido al Señor nuestro Dios; lo han abandonado, se han despreocupado de la morada del Señor y le han vuelto la espalda.
7Incluso han llegado a cerrar las puertas del atrio, apagando las lámparas y dejando de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario al Dios de Israel.
8Por eso el Señor se ha enfurecido contra Judá y Jerusalén y las ha convertido en objeto de espanto, estupefacción y burla, como están viendo con sus propios ojos..
10Ahora quiero sellar una alianza con el Señor, Dios de Israel, para que aparte de nosotros su cólera.
11Por tanto, hijos míos, no se descuiden, porque el Señor los ha elegido para estar con él, para servirlo como ministros y para ofrecerle incienso.
12Estos son los levitas que intervinieron: Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, descendientes de Queat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Jalelel, descendientes de Merarí; Joaj, hijo de Zimá, y su hijo Eden, descendientes de Guersón;
13Simrí y Jiel, descendientes de Elisafán; Zacarías y Matanías, descendientes de Asaf;
14Jejiel y Simeí, descendientes de Hemán; y Semaías y Uziel, descendientes de Jedutún.
15Ellos reunieron a sus hermanos, se purificaron y fueron a limpiar el Templo como había ordenado el rey a instancias del Señor.
16Los sacerdotes entraron en el interior del Templo para limpiarlo y sacaron al atrio todas las cosas impuras que encontraron en el Templo; luego los levitas las recogieron para tirarlas fuera, al torrente Cedrón.
17El día uno del primer mes comenzaron la purificación, el día ocho llegaron a la nave del Templo y dedicaron otros ocho días a la purificación del Templo, que concluyeron el día dieciséis del primer mes.
18Entonces se presentaron ante el rey Ezequías y le dijeron:
— Ya hemos limpiado todo el Templo del Señor: el altar del holocausto con todos sus utensilios y la mesa de los panes de la ofrenda con los suyos.
19También hemos reparado y purificado todos los objetos que profanó el rey Ajaz con sus infidelidades durante su reinado, y los hemos dejado ante el altar del Señor.
20A la mañana siguiente el rey Ezequías reunió a las autoridades de la ciudad y subió al Templo.
21Llevaron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para expiar los pecados de la monarquía, del santuario y de Judá; acto seguido el rey ordenó a los sacerdotes descendientes de Aarón que los ofreciesen en holocausto sobre el altar del Señor. con platillos, salterios y cítaras, según lo dispuesto por David, por Gad, el vidente del rey, y por el profeta Natán; lo hicieron según la orden divina transmitida por los profetas.. Los levitas cantaron con gran entusiasmo y se inclinaron en actitud de adoración.
31Luego Ezequías tomó la palabra y dijo:
— Ahora que han quedado consagrados al Señor, acérquense a traer al Templo sacrificios y ofrendas de acción de gracias.
Entonces la comunidad llevó sacrificios y ofrendas de acción de gracias y los más generosos también llevaron holocaustos.Lv 7,11-12.
32El número de víctimas que la comunidad ofreció al Señor en holocausto fue de setenta toros, cien carneros y doscientos corderos.
33En total se ofrecieron seiscientos toros y tres mil corderos.
34Como los sacerdotes resultaban insuficientes para desollar todas las víctimas, sus hermanos levitas los ayudaron a terminar la tarea, hasta que los sacerdotes se purificaron, pues los levitas se mostraron más predispuestos a purificarse que los sacerdotes.
35Además de la gran cantidad de holocaustos, se ofreció también la grasa de los sacrificios de comunión y las libaciones de los holocaustos. De esta manera quedó restablecido el culto del Templo del Señor.
36Ezequías y toda la gente se alegraron de que Dios hubiera animado al pueblo, pues todo se había hecho con rapidez.
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