2debía también profanar el Templo de Jerusalén y consagrarlo a Zeus Olímpico; en cuanto al Templo del monte Garizín, debía dedicarlo a Zeus Hospitalario como pedían los habitantes del lugar.
3De este modo se recrudecieron los males y se hicieron insoportables para todos;
4el propio Templo se llenó de libertinaje y de orgías de paganos que se divertían con prostitutas. Fornicaban con ellas en los atrios sagrados e introducían en el Templo objetos prohibidos.
5Incluso el altar estaba lleno de cosas ilícitas, prohibidas por las leyes;
6no se podía guardar el sábado ni celebrar las fiestas tradicionales, y ni siquiera declararse judío.
7Cada mes tenían que comer por fuerza de los animales que se ofrecían en sacrificio para celebrar el natalicio del rey; y al llegar las fiestas de Baco, la gente, coronada de hiedra, se veía forzada a ir en procesión.
8A propuesta de los habitantes de Tolemaida se promulgó un decreto, según el cual, en las ciudades griegas vecinas, se debía proceder del mismo modo contra los judíos, obligándolos a tomar parte en los banquetes rituales.
9Los que rehusaran acomodarse a las costumbres griegas serían degollados, todo lo cual hacía prever la inminencia de una gran calamidad.
10Dos mujeres fueron denunciadas por haber circuncidado a sus hijos: las hicieron pasear públicamente por la ciudad con los niños colgados de los pechos; después las arrojaron desde lo alto de la muralla.
12Ruego a los lectores de este libro que no se escandalicen por estas desdichas, sino que piensen más bien que no se trata de castigos para arruinar a nuestro pueblo, sino para corregirlo.
18Eleazar, uno de los principales maestros de la ley, hombre de edad muy avanzada y de aspecto venerable, fue obligado a comer carne de cerdo, abriéndole la boca por la fuerza.
19Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, se dirigió voluntariamente al suplicio, dejaré a los jóvenes un noble ejemplo.
Dicho esto, se encaminó resueltamente al martirio.
29Quienes lo conducían, al escuchar aquellas palabras que les parecieron insensatas, cambiaron en furor su anterior actitud afable.
30A punto de morir por los golpes que recibía, dijo entre gemidos:
— El Señor, que está en posesión del santo conocimiento, sabe muy bien que, aun cuando pude escapar de la muerte, estoy sufriendo en mi cuerpo el terrible suplicio de los azotes. Pero también sabe que padezco con alegría por el respeto que le tengo.
31De esta manera murió Eleazar, quien con su muerte dejó un memorable ejemplo de generosidad y virtud, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera.
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