SALMOS 31 - La Biblia Hispanoamericana (Traducción Interconfesional, versión hispanoamericana)

Salmo 31 (30)Mi destino está en tus manos

1Al maestro del coro. Salmo de David.

2Señor, en ti confío,

que no quede jamás defraudado;

¡líbrame con tu fuerza salvadora!

3Acerca hacia mí tu oído,

date prisa en socorrerme.

Sé para mí fortaleza protectora,

morada inaccesible que me salve,

4pues tú eres mi bastión, mi baluarte;

honrando tu nombre, guíame y condúceme.

5Libérame de la trampa que me tienden,

porque tú eres mi refugio.

6A tus manos encomiendo mi vida;

tú, Señor, Dios fiel, me has rescatado.

7Odio a quienes sirven a ídolos falsos,

en Dios pongo mi confianza.

8Por tu amor me alegro y me regocijo,

porque tú has mirado mis pesares,

tú conoces mis angustias.

9No me entregaste al enemigo,

me mantuviste en lugar seguro.

10Apiádate de mí, Señor,

que soy presa de la angustia;

se consumen de pena mis ojos,

todo mi ser y mis entrañas.

11Se agota mi vida en el dolor,

en gemidos mi existencia,

se debilita mi fuerza por mi maldad

y mis huesos se consumen.

12Soy la burla de mis adversarios

y, aún más, la de mis vecinos,

el horror de los que me conocen;

quien me ve por la calle, huye de mí.

13He sido olvidado como un muerto,

soy como un cacharro roto.

14Puedo oír a muchos difamando,

hay terror por todas partes;

contra mí conspiran juntos,

traman arrebatarme la vida.

15Pero yo, Señor, en ti confío,

yo he dicho: “Tú, Señor, eres mi Dios”.

16Mi destino está en tus manos,

líbrame de mis rivales y de quienes me persiguen.

17Muéstrate favorable con tu siervo,

por tu amor ponme a salvo.

18Señor, a ti te invoco,

que no quede defraudado;

queden así los malvados,

que en el abismo sucumban.

19Enmudezcan los labios mentirosos

que se insolentan contra el justo

llenos de orgullo y desprecio.

20¡Qué inmensa es la bondad

que reservas a quien te venera!

La ofreces a quienes en ti confían,

y todo el mundo es testigo.

21Tu rostro los ampara y protege

de las conjuras humanas;

los resguardas en tu Tienda

de las lenguas pendencieras.

22¡Bendito sea el Señor

que me demostró su amor

en momentos de angustia!

23Yo, azorado, llegué a pensar:

“Me has apartado de tu presencia”.

Pero tú oías mi voz suplicante

mientras a ti clamaba.

24¡Amen al Señor todos sus fieles!

El Señor cuida a quienes son leales

y a los arrogantes castiga con creces.

25¡Manténganse firmes, sigan con ánimo

cuantos en el Señor tienen esperanza!

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