1¡Cristo es testigo de que digo la verdad! Mi conciencia, bajo la guía del Espíritu Santo, me asegura que no miento.
2Me agobia la tristeza, y un profundo dolor me tortura sin cesar el corazón.
3Con gusto aceptaría convertirme en objeto de maldición, separado incluso de Cristo, si eso contribuye al bien de mis hermanos de raza., la ley, el culto y las promesas;.
6Y no es que Dios haya sido infiel a sus promesas. Lo que sucede es que no todos los que descienden de Israel son israelitas de verdad.
10Está, además, el caso de Rebeca, que tuvo mellizos de un solo hombre, nuestro antepasado Isaac.. y pone de manifiesto su poder. Pero puede también soportar con toda paciencia a esos que son objeto de indignación y están abocados a la ruina.
23De este modo manifiesta las riquezas de su gloria en aquellos a quienes hizo objeto de su amor y preparó para esa gloria.
y a la que no era amada la llamaré “Amada mía”.
26 Y donde les dije: “Ustedes no son mi pueblo”,
allí serán llamados “hijos del Dios vivo”.
27Isaías, a su vez, proclama refiriéndose a Israel:
Aunque fueran los israelitas tan numerosos
como la arena del mar,
solo un resto se salvará.
28 Con prontitud y perfección
va a realizar el Señor su plan sobre la tierra .
29Y como anunció el mismo Isaías:
Si el Señor del universo no nos hubiera dejado descendencia,
habríamos sido como Sodoma,
nos habríamos parecido a Gomorra. Israel y el mensaje de salvación
30¿Qué concluir de todo esto? Pues que los no judíos, sin esforzarse en buscar la amistad de Dios, la han encontrado; hablo de la amistad que se alcanza mediante la fe.
31En cambio, Israel, afanándose por cumplir una ley que debería llevar al restablecimiento de la amistad divina, ni siquiera consiguió cumplir la ley.
una piedra contra la que pueden tropezar,
y una roca que los puede hacer caer.
Pero quien ponga su confianza en ella,
no quedará defraudado .
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