1El año primero de Darío, hijo de Asuero, de ascendencia meda y rey del imperio caldeo,.:
— Señor, Dios grande y terrible, que conservas la alianza y la fidelidad con todos los que te aman y guardan tus mandamientos. cubiertos de vergüenza.
8Señor, tanto nosotros como nuestros reyes, nuestros príncipes y nuestros antepasados estamos cubiertos de vergüenza, pues sabemos que hemos pecado contra ti.
9El Señor, nuestro Dios, es compasivo y clemente, aunque nos hayamos rebelado contra él
10al no obedecer al Señor, nuestro Dios, ni seguir las leyes que nos dio a través de sus siervos los profetas.
11Israel en masa ha transgredido tu ley, te ha dado la espalda y no te ha obedecido.
Por haber pecado contra ti, han caído sobre nosotros las maldiciones y amenazas escritas en la ley de Moisés, siervo de Dios.
12Cumpliste las palabras pronunciadas contra nosotros y contra nuestros gobernantes, desencadenando contra nosotros una calamidad de tales dimensiones que lo que le ocurrió a Jerusalén nunca antes había ocurrido bajo el cielo. tu santuario desolado.
19¡Escúchanos, Señor! ¡Perdónanos, Señor! ¡Atiende y actúa sin tardanza, Señor! Hazlo por tu honor, Dios mío, pues tu ciudad y tu pueblo invocan tu nombre.
Interpretación de la profecía20Estaba yo hablando y orando, confesando mi pecado y el de mi pueblo Israel, pidiendo al Señor, mi Dios, que actuase a favor de su monte santo;
21todavía estaba yo orando, cuando Gabriel, aquel a quien había visto antes en una visión, se me acercó volando ágilmente a la hora de la ofrenda vespertina.
22Al llegar, me dijo:
— Daniel, acabo de salir para ayudarte a discernir las cosas.
23Tan pronto como empezaste a orar, se produjo la respuesta, y he venido a comunicártela, pues eres una persona muy apreciada. Así pues, atiende al mensaje y entiende la visión:
24Han sido fijadas setenta semanas para que tu pueblo y tu ciudad santa pongan fin al delito, acaben con los pecados, expíen su culpa, establezcan una justicia eterna, sellen la visión y la profecía y consagren el lugar santísimo.
25Entérate y entiende bien esto: desde que se promulgó el decreto de restaurar y reconstruir Jerusalén hasta la llegada de un príncipe ungido, pasarán siete semanas y sesenta y dos semanas. Será reconstruida con sus calles y fosos, pero en momentos difíciles. Las tropas de un príncipe que llegará después destruirán la ciudad y el santuario. Su fin será una catástrofe, pero hasta entonces habrá guerras, pues han sido decretadas devastaciones.
27Pactará con muchos una alianza firme durante una semana; y a la mitad de la semana pondrá fin al sacrificio y a la ofrenda. En un ala implantará la abominación devastadora hasta que el final decretado se abata sobre el devastador.
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