1Ninguna condena, por tanto, pesa ya sobre los que pertenecen a Cristo Jesús,
2pues la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte., dictó sentencia condenatoria contra el pecado a través de su naturaleza mortal. el Espíritu de Dios mora en ustedes. El que carece del Espíritu de Cristo, no pertenece a Cristo. en virtud de la fuerza salvadora de Dios.
11Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús infundirá nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu que ha hecho habitar en ustedes.
12Por tanto, hermanos, si con alguien estamos en deuda, no es con nuestros apetitos desordenados para comportarnos según ellos.
13Porque si ustedes se comportan según esos apetitos, morirán; pero si, con la ayuda del Espíritu, dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán.
14Los que se dejan conducir por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
15En cuanto a ustedes, no han recibido un Espíritu que los convierta en esclavos, de nuevo bajo el régimen del miedo. Han recibido un Espíritu que los convierte en hijos y que nos permite exclamar: “¡Abba!”, es decir, “¡Padre!”. La esperanza del premio
18Considero, por lo demás, que los sufrimientos presentes no tienen comparación con la gloria que un día se nos descubrirá.
19La creación, en efecto, espera con impaciencia que se nos descubra lo que serán los hijos de Dios.
20Sometida a la caducidad, no voluntariamente, sino porque Dios así lo dispuso, abriga la esperanza
21de compartir, libre de la servidumbre de la corrupción, la gloriosa libertad de los hijos de Dios. hasta el día de hoy. y libere nuestro cuerpo. al bien de los que aman a Dios, de los que han sido elegidos conforme a su designio.
29Porque a quienes Dios conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos.Canto al amor de Dios
31¿Qué añadir a todo esto? Si Dios está a nuestro favor, ¿quién podrá estar contra nosotros?
32El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no va a hacernos el don de todas las cosas juntamente con él? a los elegidos de Dios? ¡Dios es quien salva!
34¿Quién se atreverá a condenar? ¡Cristo Jesús es quien murió, más aún, resucitó y está junto a Dios, en el lugar de honor, intercediendo por nosotros!?
36Ya lo dice la Escritura:
Por tu causa estamos en trance de muerte cada día;
nos tratan como a ovejas destinadas al matadero.
37Pero Dios, que nos ha amado, nos hace salir victoriosos de todas estas pruebas.
38Estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades cósmicas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales,
39ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura, será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro.
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