2El rico tenía muchos rebaños de ovejas y vacas.
3Pero el pobre no tenía nada más que una pequeña cordera que había comprado. La había criado y había crecido con él y con sus hijos. Comía de su boca, bebía de su vaso y dormía en su regazo, como una hija.
4Un día que el rico tuvo una visita, no quiso utilizar ninguna de sus ovejas y vacas para preparárselas a su visitante, sino que tomó la corderilla del pobre y se la preparó al hombre que lo había visitado.
5David se enfureció contra aquel hombre y le dijo a Natán:
— ¡Por Dios! ¡El hombre que ha hecho eso merece la muerte!
6¡Y tendrá que pagar cuatro veces el precio de la corderilla, por haber actuado así, sin mostrar compasión!
7Entonces Natán dijo a David:
— ¡Ese hombre eres tú! Y esto te dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí como rey de Israel y te libré del poder de Saúl.
8Yo te entregué la casa de tu señor y puse sus mujeres en tus brazos; te entregué las tribus de Israel y de Judá y, por si esto fuera poco, pensaba darte aún mucho más”.
9¿Por qué has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que le desagrada? Has asesinado a Urías, el hitita, por medio de la espada amonita, y te has apoderado de su mujer.
10Pues bien, por haberme despreciado, tomando a la mujer de Urías, el hitita, para convertirla en tu esposa, la espada ya nunca abandonará tu casa.
11Esto dice el Señor: Yo haré que la desgracia te sobrevenga desde tu propia casa. Tomaré tus mujeres en tu propia cara y se las entregaré a tu prójimo, para que se acueste con ellas en tu cara y a la luz de este sol..
15Natán se fue a su casa.
El Señor hirió al hijo que la mujer de Urías había dado a David y cayó enfermo.
16David suplicó a Dios por el niño, hizo ayuno y pasaba las noches acostado en el suelo.
17Los ancianos de su casa intentaron levantarlo del suelo, pero él no quiso y tampoco aceptó comer nada con ellos., se bañó, se perfumó, se cambió de ropa y fue a la casa del Señor para adorarlo. Luego volvió a su casa, pidió que le prepararan de comer y comió.
21Sus servidores le preguntaron:
— ¿Por qué actúas así? Mientras el niño estaba vivo, ayunabas y llorabas por él; y ahora que ha muerto, te levantas y te pones a comer.
22Pero David les contestó:
— Mientras el niño estaba vivo, yo ayunaba y lloraba por él, pensando que el Señor podría apiadarse de mí y dejaría vivir al niño.
23Pero ahora que ha muerto, ¿por qué voy a seguir ayunando? ¿Acaso podría recuperarlo? ¡Soy yo el que irá junto a él, pero él no volverá junto a mí!
24Luego David consoló a su mujer Betsabé, fue a verla y se acostó con ella. Tuvo un hijo y David le puso de nombre Salomón. El Señor lo amó
25y envió al profeta Natán, que le puso de sobrenombre Jedidías, en honor del Señor.
La conquista de Rabá(1 Cr 20,1-3)26Joab atacó Rabá, la capital amonita, y se apoderó de la ciudad real.
27Entonces envió mensajeros para decirle a David:
— He atacado Rabá y me he apoderado de la ciudadela de las aguas.
28Moviliza, pues, al resto del ejército y ven a asediar la ciudad para conquistarla. Pues, si la conquisto yo, le pondrán mi nombre.
29David movilizó a todo el ejército, marchó hacia Rabá, la atacó y la conquistó.
30Se apoderó de la corona real, la corona que pesaba treinta y tres kilos de oro, y de una piedra preciosa, que David puso sobre su cabeza, y sacó de la ciudad un inmenso botín.
31Sacó también a la gente que había en la ciudad y la puso a trabajar con sierras, picos y hachas o a fabricar ladrillos. Y lo mismo hizo con todas las ciudades amonitas. Después David regresó con todo el ejército a Jerusalén.
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