1Coré, hijo de Izhar, nieto de Queat y biznieto de Leví, se confabuló con Datán y Abirán, hijos de Eliab, y con On, hijo de Pelet, de la descendencia de Rubén, y el Señor está en medio de ella, ¿por qué sólo ustedes se arrogan el derecho a presidir la comunidad del Señor?
4Cuando Moisés oyó esto, se postró rostro en tierra.
5Luego se dirigió a Coré y a todos sus secuaces y les dijo:
— Vengan mañana por la mañana y el Señor mostrará quién es suyo, quién le está consagrado y quién puede acercarse a él; a quien el Señor elija, ese podrá acercársele.
6Procederán así: tú, Coré, y todos tus secuaces háganse con incensarios, hijos de Leví!
8Dijo además Moisés a Coré:
— Escúchenme, hijos de Leví:
9¿no les parece suficiente que el Dios de Israel los haya elegido de entre la comunidad de Israel, permitiendo que ustedes se acerquen a él, que estén al servicio de la Morada del Señor y que representen a la comunidad oficiando en su lugar?
10El Señor les ha permitido, a ti y a tus hermanos levitas, que se acerquen a él; ¿van a reclamar también el sacerdocio?
11En realidad, es contra el Señor contra quien se han amotinado tú y tus secuaces. Porque, ¿quién es Aarón para que murmuren contra él?
12Moisés mandó llamar a Datán y Abirán, hijos de Eliab; pero ellos respondieron:
— No iremos.
13¿No es suficiente que nos hayas sacado de una tierra que mana leche y miel para hacernos morir en el desierto, que ahora pretendes también enseñorearte de nosotros?
22Pero ellos se postraron sobre sus rostros y dijeron:
— Oh Dios, origen de toda vida, si ha sido uno solo el que pecó, ¿te enojarás contra toda la comunidad?
23El Señor contestó a Moisés:
24— Pide a la comunidad que se retire de los alrededores de las tiendas de Coré, Datán y Abirán.
25Moisés se levantó y, junto con los ancianos de Israel, se dirigió adonde estaban Datán y Abirán.
26Dijo entonces a la comunidad:
— Apártense de las tiendas de esos hombres impíos y no toquen ninguna cosa suya si no quieren perecer a causa de todos sus pecados.
27Así lo hicieron; se apartaron de los alrededores de las tiendas de Coré, de Datán y de Abirán, mientras estos habían salido y estaban a las puertas de sus tiendas, con sus mujeres y sus hijos, incluidos los más pequeños.
28Y Moisés dijo:
— Ahora conocerán que es el Señor quien me ha enviado para hacer todo esto, y que no lo he hecho por mi propia voluntad.
29Si estos hombres mueren de muerte natural o siguiendo el destino común de todos los humanos, entonces no es el Señor quien me ha enviado.
30Pero si el Señor hace algo extraordinario y la tierra, abriendo su boca, los traga con todas sus pertenencias, de suerte que desciendan vivos al reino de los muertos, entonces sabrán que estos hombres han menospreciado al Señor.
31Apenas terminó Moisés de decir todas estas palabras, cuando la tierra que estaba debajo de ellos de en medio de la comunidad.
34Al oír sus gritos, todos los israelitas que estaban cerca de ellos huyeron diciendo: “¡No sea que también a nosotros nos trague la tierra!”.
35Salió entonces un fuego de la presencia del Señor que devoró a los doscientos cincuenta hombres que estaban ofreciendo el incienso.
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