1Todos deben acatar la autoridad que preside, pues toda autoridad procede de Dios y las autoridades que existen han sido establecidas por él. al servicio de Dios para castigar severamente a los que hacen el mal.
5Es preciso, por tanto, que ustedes acaten la autoridad, y no sólo por miedo al castigo, sino como un deber de conciencia.
6Dígase lo mismo de los impuestos que pagan; quienes se los exigen son como representantes de Dios, dedicados precisamente a ese cometido.
7Den a cada uno lo que le corresponda, lo mismo si se trata de impuestos que de contribuciones, de respeto que de honores.
Invitación al amor y a la buena conducta8Si con alguno tienen ustedes deudas, que sean de amor, pues quien ama al prójimo ha cumplido la ley. y cualquier otro posible mandamiento se resume en estas palabras: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. con el decoro de quien vive en pleno día: nada de orgías ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de contiendas ni envidias.
14Al contrario, revístanse de Jesucristo, el Señor, y no fomenten las desordenadas apetencias de la humana naturaleza.
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