LUCAS 10 - Segun el Texto Bizantino 2005

Jesús envía a los setenta

1Y después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.

2Entonces les decía: La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

3Id; he aquí, yo os envío como corderos en medio de lobos.

4No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.

5Y en cualquier casa donde entréis, primero decid: Paz sea a esta casa.

6Y si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; pero si no, volverá a vosotros.

7Y permaneced en aquella casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No andéis de casa en casa.

8Y en cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;

9y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: El reino de Dios se ha acercado a vosotros.

10Pero en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:

11Aún el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad, sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios ha venido sobre vosotros.

12Os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.

Ayes sobre las ciudades impenitentes

13¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, hace tiempo que sentados en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.

14Pero en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón, que para vosotras.

15Y tú, Capernaúm, que hasta el cielo eres levantada, hasta el Hades serás abatida.

16El que os oye a vosotros, a mí me oye; y el que os rechaza a vosotros, a mí me rechaza; y el que a mí me rechaza, rechaza al que me envió.

Los setenta vuelven con gozo

17Entonces volvieron los sesenta con gozo, diciendo: Señor, ¡hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre!

18Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

19He aquí os doy autoridad de pisar víboras y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará.

20Sin embargo, no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os someten; sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

Jesús se regocija en el espíritu

21En aquella misma hora Jesús se regocijó en el espíritu, y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y se las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado.

22Y volviéndose a sus discípulos, dijo: Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y cualquiera a quien el Hijo lo quiera revelar.

23Y volviéndose a sus discípulos en privado, les dijo: Bienaventurados los ojos que ven las cosas que veis.

24Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

El buen samaritano

25Y he aquí un maestro de la ley se levantó para probarle, y dijo: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?

26Y él le dijo: ¿En la ley qué está escrito? ¿Cómo lees?

27Y él, contestando, dijo: Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.

28Y le dijo: Bien respondiste; haz esto, y vivirás.

29Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, le dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

30Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales lo desnudaron; y dándole golpes, se fueron, dejándolo medio muerto.

31Y por casualidad un sacerdote descendía por aquel camino, y viéndolo, pasó por el otro lado.

32Y asimismo un levita llegó al lugar, y viéndolo, pasó por el otro lado.

33Pero cierto samaritano, que iba de camino, se le arrimó, y al verlo, tuvo compasión de él;

34y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él.

35Y al día siguiente, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que gastes de más, cuando yo regrese te lo pagaré.

36¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

37Y él dijo: El que hizo misericordia con él. Entonces le dijo Jesús: Ve y haz tú lo mismo.

Jesús visita a María y a Marta

38Y sucedió que yendo ellos, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.

39Y esta tenía una hermana llamada María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.

40Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres; y acercándose, dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.

41Y respondiendo, le dijo Jesús: Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas.

42Pero una sola cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

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